Cada vez que enviamos un correo electrónico, un mensaje de WhatsApp o compartimos fotos y videos en redes sociales, estamos dejando una huella ambiental que, a menudo, pasa desapercibida.
El uso creciente de sistemas de Inteligencia Artificial (IA) como ChatGPT, Deep Seek o Gemini ha amplificado este impacto, ya que requieren enormes cantidades de energía para almacenar información en gigantescos centros de datos, además de agua para mantener los servidores a una temperatura adecuada.
Un informe del Programa de Naciones Unidas para el Ambiente (UNEP) revela que enviar 65 correos electrónicos genera la misma cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que viajar un kilómetro en auto. Pero el problema no se limita solo al envío de correos; mantenerlos almacenados en nuestras bandejas de entrada también tiene un costo ambiental. Según National Geographic, 30 correos acumulados consumen 220 watts, equivalente a la energía que gasta una bombilla de bajo consumo encendida todo el día.
Hoy en día, el uso de Internet y dispositivos electrónicos representa el 4% de las emisiones globales de GEI, superando incluso a la aviación. La masificación de plataformas de IA ha intensificado este fenómeno. De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (AIE), una simple pregunta a un asistente virtual como ChatGPT consume diez veces más electricidad que una búsqueda en Google.
El impacto ambiental no se detiene ahí. Los centros de datos, que son esenciales para el funcionamiento de nuestros dispositivos y la circulación de datos, consumen aproximadamente 200 teravatios por hora (TWh) al año, un gasto comparable al consumo energético nacional de algunos países. Además, la minería de criptomonedas, como el Bitcoin, se ha convertido en una de las actividades más perjudiciales para el medio ambiente. Un análisis del Centro de Finanzas Alternativas de la Universidad de Cambridge indica que, si el Bitcoin fuera un país, ocuparía el séptimo lugar en consumo energético a nivel mundial, superando a naciones como Finlandia y Suiza.
La innovación tecnológica y el auge del consumo de dispositivos electrónicos también han traído consigo un aumento alarmante en la generación de basura electrónica. Cada año, se desechan 50 millones de toneladas de desechos electrónicos en el mundo, una cantidad que podría levantar 4,500 Torres Eiffel. En Argentina, se generan aproximadamente 8.4 kilos de residuos electrónicos por persona al año, y solo una pequeña fracción se recicla.
Ante esta situación, es fundamental tomar medidas para reducir el impacto ambiental de la tecnología. En 2024, 190 países adoptaron recomendaciones sobre el uso ético de la IA, que incluyen la necesidad de elaborar indicadores confiables para medir su impacto ambiental y exigir a las empresas que divulguen los efectos de sus productos y servicios.
Algunas acciones que podemos implementar incluyen:
- Evitar enviar correos y mensajes innecesarios, y limpiar nuestras bandejas de entrada.
- Limitar el uso de plataformas de IA que requieren grandes cantidades de energía.
- Elegir electrodomésticos y dispositivos electrónicos con etiquetas de eficiencia energética A o B.
- Desenchufar los aparatos electrónicos cuando no se utilizan.
- Reducir el brillo de las pantallas y optar por fondos oscuros para ahorrar energía.
Las tecnologías, incluida la Inteligencia Artificial, pueden ser aliadas en la mejora de nuestra calidad de vida y del medio ambiente. Sin embargo, su impacto depende del uso que les demos. Es hora de ser conscientes y responsables con nuestras acciones digitales para cuidar nuestro planeta.