Con una medida que generó un inmediato revuelo político, el Gobierno nacional decidió cerrar el Instituto Nacional Juan Domingo Perón de Estudios e Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas, dedicado a preservar el legado y promover la investigación sobre la vida y obra del tres veces presidente argentino. El vocero presidencial Manuel Adorni explicó que ese centro educativo representaba “una carga presupuestaria evitable e innecesaria” e informó que también se cerrará la Comisión Nacional de Homenaje al Teniente General Juan Perón. Las medidas fueron en línea con otro anuncio reciente que involucra a la administración de Parques Nacionales: el cierre de un museo en homenaje al Che Guevara, ubicado dentro del Parque Nacional Lanin, en la localidad neuquina de San Martín de los Andes.
La resolución que combate la diversidad, se enmarca en el plan de ajuste del gasto público impulsado por la administración del presidente Javier Milei, que apunta a eliminar organismos que considera “innecesarios o ideologizados”. Según fuentes oficiales, el cierre del Instituto se justificó por “razones de racionalización administrativa” y por el “costo que representaba su mantenimiento en el presupuesto del Estado”. “Cabe destacar – dijo Adorni - que la investigación histórica sobre el ex presidente Perón ya se lleva adelante a través de Universidades, centros académicos, fundaciones e instituciones especializadas que garantizan un estudio académico libre de condicionamientos estatales”, sostuvo.
Un predio con historia
Fundado en 1994 por una ley del Congreso, funcionaba en la histórica sede en Austria al 2593 en la Ciudad de Buenos Aires, al lado de la Biblioteca Nacional, predio en el que se levantó la antigua residencia presidencial hasta 1955, donde vivió el general Juan Domingo Perón durante sus dos primeros mandatos y donde murió Eva Perón en 1952. El edificio donde funciona el Instituto es el único que queda en pie de la antigua residencia presidencial, por lo cual ha sido declarado “monumento histórico nacional” por la ley 26367 sancionada el 9 de abril de 2008. Consta de varias salas de estudios e investigaciones, un gran salón de actos para ciclos de conferencias y un amplio espacio para la biblioteca, el área de lectura y los equipos multimedia. Allí también se encuentran las oficinas para las áreas de Administración, Informática y Publicaciones; además de las correspondientes para la atención al público.
A principios de 1800, el río estaba muy cerca de los terrenos donde en el futuro se emplazaría la residencia presidencial. La gente humilde lavaba la ropa en la ribera y por las actuales calles Agüero y Austria iban los carros que depositaban la basura en la zona baja. El barrio circundante tomó el nombre de Tierra del Fuego, quizá porque eran frecuentes las fogatas en los basurales o, tal vez, por el ardor belicoso y pendenciero de sus ocupantes. Colindantes con los terrenos de la familia de Cornelio Saavedra, estaban los de Pearson, grandes extensiones cultivadas por arados. En esa época, un mandadero, a caballo, iba a buscar el pan a la “ciudad” todos los días.
Mariano Saavedra, hijo de Cornelio, edificó sobre la Avenida Alvear (hoy Avenida del Libertador) una vivienda y comenzó la parquización del terreno circundante. En 1887 le vendió el predio a un acaudalado ganadero, Mariano Unzué, quien construyó allí un palacio de línea francesa que destinó a residencia de verano. Allí se casaron y murieron sus dueños y descendientes. Cuando Elena Unzué y Alfredo Peña contrajeron matrimonio, en la casona se inauguró el sistema de luz eléctrica. Por allí pasaron de visita algunos presidentes argentinos: Mitre, Roca, Quintana, Sáenz Peña. El Palacio Unzué era un caserón de estilo afrancesado, recostado sobre la medianera de la calle Agüero, con una galería de entrada flanqueada por columnas, con vista al entonces cercano Río de la Plata. Las estatuas que adornaron sus jardines pueden verse hoy en el Parque Lezama.
La casa principal constaba de una edificación suntuosa de dos plantas, emplazada en el centro de un amplio parque, un grupo de garajes, dependencias de servicio, el casino de oficiales de la custodia, un departamento a tal fin y edificaciones independientes para vivienda del personal. Se erguía, igual que la mayoría de las edificaciones adyacentes, en una superficie elevada, una barranca natural que se defendía de las inundaciones provocadas por el desborde del Río de la Plata.
El jardín fue diseñado y realizado por Rubén Darío. De estilo poético, con toques románticos y exóticos, era el marco adecuado para tal palacio. A los pies de la escalera de acceso, el poeta colocó plantas de ámbar, que al florecer perfumaban la entrada y le otorgaban prestancia con sus grandes flores blancas. Formó un pequeño oasis con veinte palmeras junto al pequeño estanque. Llamaba la atención un pino que crecía inclinado, paralelo a la tierra, en cuyo tronco nacían claveles del aire. Aún puede verse el inmenso gomero que se plantó sobre la calle Austria.
Luego de la crisis de 1930, muchos de los lujosos palacios pertenecientes a destacadas familias porteñas fueron expropiados, muchas veces por una discretamente encubierta falta de dinero para su mantenimiento. Así pasaron a manos del Estado el palacio Anchorena (hoy sede del Ministerio de Relaciones Exteriores) y el Errázuriz (hoy Museo de Arte Decorativo). Muchas de las casas del aristocrático barrio Grand Bourg se convirtieron en embajadas.
En enero de 1937, la Cámara de Diputados aprobó, en una polémica sesión, la expropiación de la quinta de la familia Unzué. El diputado Enrique Dickman fue uno de los que se opuso con mayor fuerza a esa medida, por considerarla como un método de salvación económica de esas familias en crisis.
A pesar de esto, la casa y su frondoso parque pasaron a manos del Estado. Luego de la muerte del presidente Roberto M. Ortiz, en 1943, quien vivió sus últimos días en el caserón de la calle Suipacha 1034, la residencia fue destinada para uso presidencial. A excepción del presidente Gral. Edelmiro J. Farrell, que solía pernoctar en el palacio, el primer mandatario que vivió allí con continuidad, fue el general Juan Domingo Perón.
La planta baja no era demasiado utilizada. Perón y Evita se instalaron en el primer piso, donde estaba el dormitorio principal y un cuarto de huéspedes, vestidores, biblioteca, escritorio y un pequeño comedor diario, además de las dependencias de servicio y de las administrativas. La escalera de mármol tenía forma de “Y”, y llevaba a las alas derecha e izquierda de la planta, que se asomaban a un balcón desde el cual podía observarse la planta baja de la mansión. También había un ascensor que se encontraba del otro lado de la casa, entre la biblioteca y el salón dorado.
Fue en esa casa donde Evita otorgaba entrevistas y donde murió, en 1952. Allí vivió Perón hasta su derrocamiento, en 1955, por la Revolución Libertadora, cuando la casa sufrió un sospechoso conato de incendio.
El 28 de enero de 1958, el gobierno de Aramburu decretó la demolición de la residencia, y en 1960, el gobierno de Arturo Frondizi decretó que en el solar se levante la Biblioteca Nacional, que hasta entonces funcionaba en un viejo edificio de la calle México.
Uno de los edificios linderos a la residencia se salvó de la destrucción. Allí es donde funciona, desde 1997, el Instituto Nacional “Juan Domingo Perón” de Estudios e Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas. Su creación fue promovida por figuras centrales del movimiento justicialista, como el expresidente Antonio Cafiero, y contó con el respaldo de todos los sectores del peronismo. Allí se conservaban documentos originales de Perón y Eva Perón, correspondencia, fotografías, discursos, objetos personales y archivos audiovisuales. También se realizaban actividades académicas, publicaciones y conferencias vinculadas a la historia del peronismo y del movimiento obrero argentino.
Quo vadis, patrimonio
Uno de los principales interrogantes es qué ocurrirá con el valioso archivo documental que albergaba el Instituto. Especialistas y ex empleados advierten sobre el riesgo de dispersión o deterioro del material histórico, si no se garantiza su preservación y custodia en una institución neutral.
La medida fue repudiada por sectores del peronismo y organizaciones vinculadas a los derechos humanos, la cultura y la historia política. “Es un ataque al patrimonio histórico del país. No están cerrando un edificio: están queriendo borrar una parte de la historia argentina”, afirmó un legislador del Frente de Todos.
Desde el Gobierno, en cambio, defendieron la decisión como parte de una política de “desideologización del Estado”, afirmando que los fondos públicos no deben utilizarse para financiar “centros de propaganda política”.
El Partido Justicialista a cargo de Cristina Kirchner, además de denunciar una “persecución ideológica”, envió una nota a la Jefatura de Gabinete para que el Consejo del PJ se haga cargo de los bienes, objetos y documentos de la entidad. En respuesta, a quien se preguntan si se podrá seguir rindiendo culto al ex mandatario, en la red social X, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, dijo que “se podrá hacer desde ahora con la suya”. Y cerró el mensaje con la sigla VLLC (Viva la libertad carajo), el grito característico del presidente Javier Milei.