En las últimas horas, la NASA encendió las alarmas por la posible llegada de una inundación extrema; un evento que estadísticamente solo ocurre una vez cada 1.000 años. El fenómeno se encuentra relacionado con un patrón climático conocido como “río atmosférico” capaz de transportar grandes cantidades de vapor de agua desde zonas tropicales hacia el interior de los continentes, generando tormentas largas e inusuales.
Según los pronósticos de la NASA (la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio de Estados Unidos) las lluvias podrían ser equivalentes a varios meses de precipitación acumulada en apenas unos días. El estancamiento del sistema sobre determinadas regiones multiplica las probabilidades de que el agua sobrepase la capacidad de los ríos y desborde los sistemas de drenaje urbanos.
El fenómeno del “río atmosférico” es uno de los principales causantes de estas lluvias extremas que ya conocimos en Argentina a mediados del año pasado. Se trata de una corriente de vapor de agua que se extiende por miles de kilómetros y que, al desplazarse lentamente o quedar estancada sobre una región, provoca precipitaciones que el terreno no puede absorber. Es decir que es una alargada banda de humedad concentrada en la atmósfera, que transporta vapor de agua y agua en forma de nubes, generalmente a lo largo de los límites entre grandes áreas de flujo divergente del aire en superficie, lo que incluye las zonas frontales asociadas a los ciclones extra tropicales que se forman sobre los océanos.
Los ríos atmosféricos tienen un rol central en el ciclo de agua global, ya que representan más del 90% del vapor de agua transportado de norte a sur, aunque solamente cubren menos del 10% de la circunferencia de la Tierra. Además, son los responsables de las lluvias, y por ende de las eventuales inundaciones que ocurren en regiones continentales occidentales de latitudes medias. El año pasado el Servicio Meteorológico Nacional envió alertas a distintas zonas de la Patagonia. Este RA trajo lluvias (hasta 2000 mililitros) sobre las capas de hielo y el calor que provocó ablación/derretimiento lo cual generó inundaciones.
Disparan sobre Sudamérica
Mas precisamente, en el espacio que conecta América del Sur y el suroeste de África, se encuentra un fenómeno geofísico que atrajo la atención de la comunidad científica: la Anomalía Magnética del Atlántico Sur (AMAS). Esa zona presenta una disminución anómala en la intensidad del campo magnético terrestre, lo que motivó diversos estudios debido a las posibles implicaciones que podría tener para la tecnología espacial.
El impacto directo de la AMAS sobre la salud humana no fue comprobado, pero sí representa un desafío significativo para los satélites y otros sistemas tecnológicos en órbita terrestre. Por ello, la NASA emitió alertas sobre los riesgos que esta anomalía podría generar en los equipos electrónicos que operan en esa región del planeta.
La causa principal de la anomalía está relacionada con movimientos irregulares en los metales líquidos del núcleo externo de la Tierra, lo que debilita el campo magnético. Esta debilidad permite que los cinturones de radiación de Van Allen (dos zonas que rodean la Tierra, llenas de partículas cargadas de alta energía. Son muy radiactivas y representan un peligro para los astronautas y las naves espaciales) se acerquen más a la superficie, facilitando el paso de partículas solares de alta energía hacia la atmósfera terrestre.
Inundaciones masivas
En este caso, la situación es aún más preocupante porque el sistema meteorológico se está asentando sobre zonas ya vulnerables, lo que podría derivar en inundaciones masivas. Según explican los expertos, no es un evento aislado: es una clara muestra del impacto que el cambio climático tiene sobre los ciclos naturales. Los niveles de los ríos ya comenzaron a subir en algunas regiones, mientras que las agencias meteorológicas siguen advirtiendo que la situación podría empeorar si las lluvias se mantienen con la misma intensidad durante varios días.
Ante esta alerta global, las autoridades de las zonas en riesgo están activando protocolos de evacuación y asistencia para las personas que podrían quedar afectadas. En muchos casos, la prioridad es trasladar a las familias hacia áreas más altas antes de que las lluvias bloqueen rutas y accesos. Además, se están reforzando las operaciones de rescate con botes y vehículos especiales, para asistir a quienes no puedan salir a tiempo o queden atrapados. La coordinación entre equipos de emergencia y organismos meteorológicos resulta clave para evitar que el desastre sea aún mayor. Los especialistas también recomiendan que las comunidades tengan listas sus rutas de evacuación y refugios seguros, dado que el agua podría subir de manera repentina y sin margen de reacción.
Lo que ocurre con esta inundación extrema es un reflejo de un problema mucho más profundo: el cambio climático está transformando los patrones del clima en todo el planeta. A medida que las temperaturas globales aumentan, la atmósfera retiene más vapor de agua y multiplica la frecuencia e intensidad de lluvias, tormentas y eventos catastróficos.
Regiones costeras, islas y países en desarrollo son los más expuestos a este tipo de desastres, lo que pone en evidencia la necesidad de reforzar políticas que apunten a la prevención y adaptación. La tecnología - como los satélites de la NASA y los sistemas de alerta temprana- permite anticipar fenómenos de este tipo, pero la clave sigue siendo reducir el impacto ambiental y preparar a las poblaciones para enfrentar los desafíos de un clima cada vez más extremo.