Empeoró el clima en 2023 por el venteo de CO2, CH2, y N2O

Sustentabilidad

La cubre sobre el cambio climático de Dubái promete ser otro encuentro discursivo, sin resultados ni compromisos serios para el corto y mediano plazo
El año 2023 no sólo va camino de ser el más cálido del que se tiene registro, sino que también batirá récords en concentraciones de gases de efecto invernadero y en retroceso del hielo en la Antártida. La advertencia es de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y coincide con al inicio del encuentro mundial sobre el clima COP28 en Dubái. La agencia meteorológica de la ONU de cara a la gran cita de políticos del mundo un informe provisional sobre el estado del clima que reitera todos los indicios negativos que se advirtieron a lo largo de un año “con fenómenos extremos que han dejado un rastro de devastación y desesperación”.

La OMM dio por “virtualmente seguro”, a falta de datos de los dos últimos dos meses, que 2023 será el año más cálido de los últimos 174 años en los que hay observaciones. Hasta octubre, su temperatura media se situaba 1,4 grados por encima del periodo preindustrial (1850-1900), cerca ya de los 1,5 grados que se establecieron como límite en el Acuerdo de París. Esos 1,4 grados están muy por encima de los excesos de temperatura registrados en los dos años más calurosos hasta el momento, 2016 (cuando se pasó de 1,29 grados) y 2020 (1,27 grados). “La diferencia es tan importante que, con toda probabilidad, los valores que se registrarán en los dos últimos meses del año no repercutirán en la clasificación”, concluyó la OMM tras cotejar cinco bases de datos meteorológicos mundiales.

El informe incluso se aventura a predecir que 2024 será aún más cálido que 2023, ya que este año comenzó a influir en el clima global el fenómeno de El Niño, asociado normalmente a aumentos de temperaturas, y éstos suelen ser todavía mayores al segundo año de su comienzo. También indicó que los indicios apuntan a que 2023 también superará los récords históricos de concentración de gases de efecto invernadero medidos en 2022, que ya era un 150% superiores a la era preindustrial en el caso del dióxido de carbono (CO2). La concentración de metano (CH4) medida en 2022 era un 266% superior a la del periodo 1850-1900, y la de óxido nitroso (N2O) un 124%, unos niveles que ya se han superado este año en mediciones en estaciones meteorológicas estratégicas como las de Mauna Loa (Hawái) o Tasmania (Australia), advirtió la OMM.

Otras plusmarcas preocupantes, éstas sí confirmadas, se midieron en los polos. La Antártida alcanzó un mínimo histórico en la extensión de su hielo marino con apenas 1,79 millones de kilómetros cuadrados en febrero, la cifra más baja desde que comenzaran a realizarse mediciones satelitales en 1979. Datos igualmente inquietantes se registraron en el Ártico, donde el valor mínimo de extensión en el año (4,23 millones de kilómetros cuadrados en septiembre) fue el sexto más bajo jamás registrado, o en los Alpes europeos, donde las mediciones en Suiza son catastróficas: en sólo dos años sus glaciares han perdido el 10 % de su volumen.

El informe elaborado da cuenta que los países no tomaron muy en serio los compromisos de reducir las emisiones, ya que también alertó por una subida del nivel del mar sin precedentes, relacionada precisamente con la fundición de glaciares y masas de hielo. Entre 2013 y 2022 la subida media de los océanos fue de 4,72 milímetros por año, más del doble de la que se registraba en los diez años anteriores, de 2,14 milímetros por año.

Este año también se batieron los récords de temperaturas de la superficie del mar, superando ampliamente las plusmarcas anteriores, con “valores excepcionalmente altos en el Atlántico Norte oriental, el golfo de México y el Caribe “, consignó el informe. La OMM recordó que estos valores de récord en distintos indicadores fueron acompañados en 2023 de fenómenos climáticos igualmente extremos que causaron grandes pérdidas económicas y humanas, caso de las inundaciones que el ciclón Daniel causó en países como Grecia, Bulgaria, Turquía o Libia. En Libia, las crecidas causaron la rotura de dos embalses y arrasaron la ciudad costera de Derna, causando unos 4.300 muertos y 8.500 desaparecidos, una de las peores catástrofes relacionadas con el cambio climático del año. En febrero y marzo el ciclón tropical Freddy, uno de los de más larga duración y recorrido nunca antes registrados (se originó en las costas occidentales australianas y arrasó las del sur de África Oriental, al otro lado del Índico), causó cientos de muertos en países como Malaui, Mozambique, Zimbabue o Madagascar. Europa y Magreb vivieron grandes olas de calor en julio, por ahora el mes más caluroso del que se tiene registro histórico, en el que los termómetros llegaron a marcar 48,2 grados en Italia, 49 en Túnez, 50,4 en Marruecos o 49,2 en Argelia.

Los incendios en Canadá, las sequías en el Cuerno de África y en Latinoamérica, y otros muchos fenómenos extremos completaron el desolador panorama en un año en el que las repercusiones socioeconómicas por todo ello se notaron en la inseguridad alimentaria, el aumento de los “refugiados climáticos” o los crecientes conflictos por los menguantes recursos.