Para gestionar el riesgo climático: “Tenemos que pensar en cuatro dimensiones” o disparar dióxido de azufre a la atmósfera

Sustentabilidad

A estas alturas de la crisis climática, la necesidad de recortar las emisiones de carbono se repite como un mantra. La meta es evitar que el mundo se siga calentando, pero en un escenario donde las emisiones continúan aumentando y cada año se superan los récords de temperatura, algunos científicos plantean una controvertida idea: ¿y si se pudiera enfriar el planeta de manera artificial?

Es lo que propone la geoingeniería solar. El más conocido de sus promotores, el estadounidense David Keith (Madison, Wisconsin, 60 años), no cree que se trate de una solución mágica ni de una alternativa al recorte de emisiones, sino de una “conversación necesaria”. La propuesta es, en apariencia, simple: lanzar ácido sulfúrico a la atmósfera para que refleje la luz solar y disminuya las temperaturas.

Keith es profesor del Departamento de Ciencias Geofísicas de la Universidad de Chicago, donde tiene un equipo dedicado a la investigación de geoingeniería solar. Antes fue profesor de Física Aplicada en la Universidad de Harvard y, en 2009, fue incluido por la revista Time en la lista de Héroes del Medio Ambiente. En 2013, además, publicó el libro A Case for Climate Geoengineering (Un argumento por la Geoingeniería Climática, no publicado en español).

El físico lleva escribiendo sobre geoingeniería solar desde 1992, aunque explica su interés en el tema sin un ápice de romanticismo. “Estudié física y un posgrado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, pero buscaba hacer algo que fuera más medioambiental, y encontré una red de gente que investigaba sobre el cambio climático, una materia en la que nadie estaba trabajando en aquel momento, así que me puse con ello”, explica.

La idea de la geoingeniería solar busca imitar el efecto de las erupciones volcánicas, que disparan dióxido de azufre a la atmósfera. Cuando este llega a la estratosfera, se transforma en ácido sulfúrico y se acumula hasta funcionar como un reflector. Según relata el autor Jeff Goodell en su libro The Heat Will Kill You First: Life and Death on a Scorched Planet (no traducido al español), cuando el volcán Pinatubo entró en erupción en Filipinas en 1991, lanzó 15 millones de toneladas de ácido sulfúrico a la atmósfera y disminuyó las temperaturas de la región en aproximadamente un grado centígrado durante un año. La geoingeniería solar quiere recrear un efecto similar a escala planetaria usando aerosoles que coloquen la misma sustancia en todo el globo.

Reciben el nombre de aerosoles estratosféricos, pequeñas partículas que reflejan la radiación solar, como el ácido sulfúrico. Estos pueden alcanzar la estratosfera de forma natural, como en las erupciones volcánicas, pero en la geoingeniería solar la propuesta es inyectarlos artificialmente para reducir el calentamiento global

Contaminación y temperatura

Keith es cuidadoso con las palabras al hablar de su trabajo y no niega los riesgos de este método experimental: “El ácido sulfúrico es un contaminante del aire, probablemente el más importante en términos de impacto en los seres humanos. Mata a millones de personas al año, por lo que es un riesgo obvio. También existe el riesgo de dañar la capa de ozono”.

Pero aun con estos peligros, el físico sostiene que los beneficios pueden ser mayores. “Aunque existen incertidumbres, hay un gran consenso, incluso entre los más críticos, que con los aerosoles estratosféricos se reducirían las temperaturas en todas partes. Y los beneficios de la reducción de la temperatura son mayores, especialmente en los países más calurosos y para la gente pobre. Para mí, si hay una sola razón ética para tomarse en serio esta tecnología, es esa”, apunta.

Para Keith, en “casi cualquier intervención” que haga el ser humano hay beneficios y riesgos, lo cual no debería ser un argumento para no hacer algo. “Por ejemplo, la energía solar es fantástica, lo más importante que ha ocurrido en el mundo de la energía, pero también tiene perjuicios medioambientales. Hay riesgos de metales tóxicos en la cadena de producción. Son cosas reales y deberíamos trabajar en ello, pero no es razón para no utilizar la energía solar”, afirma.

“El primer artículo de alta calidad sobre los aerosoles estratosféricos es de 1960. Así que sabemos mucho. Se han escrito miles de artículos durante mucho tiempo. No tenemos necesariamente el hardware, pero sí la capacidad tecnológica para hacerlo. Entonces lo que podemos hacer es comparar cuánto enfriamiento reduciría las muertes por calor, y podemos comparar eso con las muertes por la contaminación del aire”, defiende Keith.

En un reciente artículo de The New York Times sobre la geoingeniería solar y el trabajo de Keith, el periódico cita a varios críticos de esta ciencia. El ambientalista David Suzuki, por ejemplo, calificó como “arrogante y simplista” la pretensión de lanzar ácido sulfúrico a la atmósfera. El artículo menciona que la geoingeniería solar implica consecuencias de las que ni siquiera hay una noción, además del peligro de que el mundo apueste por estas soluciones, dejando a un lado el recorte de emisiones, al ser más conveniente para las industrias contaminantes. Keith, no obstante, es claro en que no cree que la geoingeniería solar sea un sustituto para otros esfuerzos ambientales.

Otra crítica contra la geoingeniería solar es la periodicidad con la que se tendrían que aplicar los aerosoles porque el ácido sulfúrico se mantiene en la estratosfera solo por dos años, aproximadamente. Para Keith, sin embargo, eso es algo positivo, porque así se podrían aplicar los aerosoles gradualmente y, si los resultados no son los esperados, se podría dejar de usarlos o hacer los ajustes necesarios. “Eso es bueno. Si pusieras ácido sulfúrico y luego se quedara allí para siempre y no pudieras quitarlo, estarías cambiando permanentemente el clima”, explica.

Pensar en cuatro dimensiones

Según el científico, hay cuatro formas en que los humanos pueden gestionar el riesgo climático: reducir las emisiones, eliminar el carbono de la atmósfera, la geoingeniería solar y, por último, los métodos de adaptación. “Tenemos que pensar en cuatro dimensiones”, sostiene.

Además de la geoingeniería solar, el físico ha trabajado también con el segundo método, la eliminación de carbono. En 2009, Keith fundó Carbon Engineering, una empresa que especializada en un proceso para extraer dióxido de carbono de la atmósfera. Esta técnica es conocida como captura de aire y algunas petroleras han comenzado a utilizarla para intentar reducir su gigantesca huella ambiental. Entre los inversores iniciales de Carbon Engineering estaba la petrolera Chevron. El año pasado, la compañía fue adquirida por Occidental Petroleum, otra petrolera con sede en Texas que ha hecho de la extracción de aire su bandera, por un total de 1.100 millones de dólares.

Keith ya no tiene ningún vínculo con Carbon Engineering y evita el tema por completo al ser preguntado si todavía “promueve” la extracción de carbono como una alternativa viable para el ambiente. En sus declaraciones a The New York Times, sin embargo, dijo no sentirse “cómodo” con que la empresa fuera adquirida por una petrolera y que estaba considerando donar el dinero que recibió a algún grupo conservacionista.

A pesar de ya no estar implicado en ninguna iniciativa de eliminación de carbono, Keith considera que se debe hablar tanto de este método como de geoingeniería solar y de adaptación. “Hace mucho tiempo, personas como Al Gore decían que no debíamos hablar de adaptación porque sería inmoral desviar la atención de la reducción de emisiones. Pero creo que ahora la mayoría de la gente estaría de acuerdo en que, de hecho, la propia afirmación de Gore era inmoral. La gente en Bangladesh tiene el derecho a intentar protegerse de los efectos nocivos de la contaminación climática. Por eso ahora se presta mucha más atención a la adaptación”. Keith cree que este interés también se extenderá gradualmente hacia la eliminación del carbono y a la geoingeniería solar.