La Ley de Glaciares, que protege estos cuerpos de hielo y sus entornos como reservas vitales de agua, podría sufrir modificaciones significativas a principios de 2026, según revelaron fuentes oficiales. En el oficialismo, se reconoce que desde hace meses se escuchan los reclamos de provincias con fuerte vocación minera, como San Juan, Catamarca, Salta, Jujuy y Santa Cruz, que demandan ajustes en la reglamentación para atraer mayores inversiones en el sector extractivo.

En un mundo asediado por la crisis climática y la volatilidad de los combustibles fósiles, la energía nuclear emerge no como un recuerdo del pasado, sino como el salvavidas indispensable para un futuro descarbonizado. Hoy, Argentina se posiciona en el epicentro de esta transformación global, gracias a un yacimiento de uranio en Río Negro que podría generar 195 millones de dólares en inversiones y catapultar al país hacia la soberanía energética. "Hoy el mundo volvió a valorar la energía nuclear como limpia, estable y esencial para reducir emisiones", declaró Guillermo Pensado, asesor de Blue Sky Uranium –propietaria del reservorio Amarillo Grande– y presidente de la Cámara de Empresas Mineras de Mendoza, en una entrevista exclusiva con Creación Renovable, el programa radial de la Cámara Minera de San Juan emitido por CNN San Juan.

En un giro que acelera el pulso de la transición energética global, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha lanzado este martes su informe insignia anual, el World Energy Outlook 2025, coincidiendo con la COP30 en esta ciudad amazónica. La noticia es tajante: la demanda de petróleo y carbón alcanzará su pico máximo antes o alrededor de 2030, mientras las energías renovables –impulsadas por el solar fotovoltaico– crecerán a un ritmo más rápido que cualquier otra fuente energética importante. Este pronóstico no solo desafía a los defensores de los combustibles fósiles, sino que dibuja un futuro donde la electricidad se erige como el eje de la economía mundial, alimentada por una revolución tecnológica que incluye la explosiva demanda de inteligencia artificial y centros de datos.

En un giro inesperado que ha sacudido el debate global, Bill Gates, el magnate tecnológico y filántropo, ha redefinido el enfoque sobre la crisis climática. Hace unos días, en un texto que se ha viralizado rápidamente, Gates calificó el cambio climático como un "problema muy importante", pero rechazó la idea de que conducirá al fin de la civilización. "Las proyecciones de emisiones han bajado, y con las políticas e inversiones correctas, la innovación nos permitirá reducir las emisiones mucho más", afirmó, invitando a un cambio de paradigma: dejar de obsesionarse con metas abstractas como temperaturas y emisiones, y priorizar la reducción del sufrimiento humano y la mejora de la calidad de vida para los más afectados.

Cada día, el planeta devora más de 2.500 millones de tazas de café; un ritual adictivo que genera un mercado global de 485.000 millones de dólares solo en 2025, con proyecciones que lo catapultarán a 369.000 millones para 2030. Pero detrás de esa aroma embriagador late una tragedia devastadora: la deforestación voraz está estrangulando las lluvias, condenando las cosechas y disparando los precios hasta niveles que queman el bolsillo como un espresso hirviendo. Brasil esta en jaque. El titán indiscutible con el 38% de la producción mundial (seguido por Vietnam con 17%, Colombia 7%, Indonesia 6% y Etiopía 5%), perdió más de 11 millones de hectáreas de bosque en su cinturón cafetalero desde 2001 –un área equivalente a todo Honduras–. De ellas, 737.000 hectáreas cayeron directamente bajo la sombra del café entre 2002 y 2023.

El viernes pasado, dos tornados colosales, nacidos de un frente frío sádico que lame la frontera como una lengua de fuego helado, barrieron Misiones y el sur de Brasil en un ballet destructivo que deja al mundo conteniendo el aliento. No fue solo una tormenta; fue un amante traicionero, seductor en su promesa de lluvia, pero letal en su abrazo, que cobró seis vidas en el país vecino e hirió a más de 432 almas, mientras en Argentina el saldo humano se mantiene milagrosamente intacto--- pero el paisaje llora en ruinas.

El epicentro de esta orgía climática, amplificada por el cambio climático que inyecta esteroides a la furia de la atmósfera, se desató en Río Bonito do Iguaçu, en el corazón de Paraná, Brasil, donde un tornado de categoría F2-F3 –con vientos que azotaron hasta los 250 kilómetros por hora, equivalentes a un huracán en miniatura– devoró una localidad de 14.000 habitantes como si fuera un bocado insignificante. Casas enteras colapsaron en un suspiro, 750 heridos preliminares saturan hospitales en un caos de gemidos y vendajes, y el gobierno declara calamidad pública, liberando fondos de emergencia que podrían escalar a decenas de millones de reales en reparaciones urgentes. Árboles centenarios, guardianes silenciosos de la selva, yacen mutilados; postes eléctricos retorcidos como venas expuestas; vehículos, una vez símbolos de libertad, ahora tumbas de metal aplastado. En Dionisio Cerqueira, la gemela fronteriza con Bernardo de Irigoyen, un segundo vórtice cruzó la línea invisible como un ladrón en la noche, extendiendo sus garras a Misiones con ráfagas que superaron los 100 km/h, dejando un rastro de 120 a 180 km/h de pura violencia en la escala Fujita.

Números que Hieren

Pero el drama no se detiene en la muerte; se multiplica en los números que cortan como cuchillos. En Brasil, seis cadáveres fríos bajo escombros, 432 heridos –nueve en estado crítico, luchando por cada aliento– y un pueblo entero, Rio Bonito, paralizado: el 20% de sus hogares sin techo, rutas bloqueadas por 500 árboles caídos, y cortes de energía que sumergen a miles en una oscuridad primordial, con pérdidas iniciales estimadas en al menos 50 millones de reales (unos 9 millones de dólares), solo en infraestructura básica. En Misiones, el temporal –una supercelda tormentosa que el Servicio Meteorológico Nacional anticipó con alerta naranja desde el alba del viernes– golpeó como un puñetazo en el vientre: Campo Grande, 25 de Mayo, Colonia Alberdi, Leandro N. Alem, Villa Bonita y General Alvear, epicentros de la devastación, reportan cientos de familias –más de 1.500 personas directamente impactadas– sin luz ni refugio. Techos volados en 300 viviendas, 200 vehículos dañados, 150 postes derribados que dejan a 10.000 hogares en tinieblas por horas eternas. El viento, caprichoso, duró solo minutos en cada embestida, pero bastó para infligir heridas que sangran en millones: reparaciones energéticas preliminares que evocan los 1.670 millones de pesos argentinos (unos 1,7 millones de dólares) gastados solo en 2023 por tormentas similares en la provincia, un recordatorio de que cada ráfaga cuesta caro, con impactos anuales en la región que superan los 500 millones de dólares en daños acumulados por eventos extremos.

Ecos del Pasado

Esta no es la primera caricia mortal de la naturaleza en estas tierras fronterizas, donde el subtropical se funde con el pampeano en un pasillo de tornados que late como un corazón enloquecido. En septiembre de 2009, un gemelo siniestro de esta furia cruzó la misma línea, dejando 10 muertos en Argentina –la mayoría en Misiones, sin antecedentes previos en su historia tormentosa– y cuatro en Brasil, con más de 100 heridos y daños que escalaron a cientos de millones de pesos en reconstrucción, paralizando economías locales por meses. Aquel brote, parte de una oleada de 11 tornados confirmados en un solo día entre el noreste argentino y el sur brasileño, fue un presagio: Argentina registra en promedio 7 tornados al año, con picos veraniegos que azotan la tarde como amantes posesivos, causando pérdidas económicas anuales por clima severo que rondan los 2.000 millones de dólares a nivel nacional, según patrones históricos. En Brasil, el sur de Paraná ve un incremento del 30% en eventos extremos por cambio climático, con costos que en 2016 solo por un F5 en Santa Fe argentina (el más violento registrado en Sudamérica) superaron los 100 millones de dólares en un solo golpe. Y en 2014, inundaciones fronterizas damnificaron a 20.000 almas, con reparaciones que devoraron presupuestos estatales enteros.

Resistencia Heroica

Hoy, mientras el frente frío se arrastra perezoso hacia el sábado, prometiendo réplicas en los estados sureños de Brasil –tormentas que podrían sumar 50 mm de lluvia en horas, con ráfagas residuales de 80 km/h–, Misiones se erige en resistencia heroica. El Centro de Operaciones Policiales, con unidades en Oberá, Puerto Rico y Aristóbulo del Valle, despliega 500 efectivos en un ballet de solidaridad: despejando rutas para 200 camiones varados, distribuyendo 10.000 kits de emergencia –agua, alimentos, lonas que cubren heridas abiertas en el paisaje– y reconectando el pulso eléctrico a 80% de los afectados en las próximas 24 horas. Pero bajo la superficie, el pulso económico tiembla: la yerba mate, pilar de 40.000 familias misioneras, ve cosechas aplastadas en 500 hectáreas, con pérdidas vegetales que podrían ascender a 20 millones de pesos; el turismo en las cataratas, que inyecta 1.200 millones de dólares anuales, enfrenta cancelaciones que sangran el 15% de la temporada. En Brasil, la calamidad pública libera 100 millones de reales en ayudas, pero el costo humano –familias deshechas, sueños volteados– es incalculable.

 

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Imagina abrir el grifo y beber un veneno lento, seductor en su discreción, que se filtra en tus venas como un amante traicionero, robándote la vida gota a gota. En la Provincia de Buenos Aires, esta pesadilla es real: un relevamiento explosivo del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), que lleva 14 años vigilando esta amenaza subterránea, acaba de detonar la alarma. Hay 16 municipios en "semáforo rojo" con niveles de arsénico que superan hasta SEIS VECES el límite legal de 50 partes por billón (ppb)! Esto no es un riesgo: es una sentencia de muerte crónica. El tóxico natural de las napas profundas –potenciado por la erosión geológica y la negligencia humana– eleva el espectro de cánceres letales en piel, vejiga, pulmón y más, junto a daños neurológicos.

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